No solo los hoteles de ciudad han acentuado su perfil tecnológico, también muchos alojamientos en destinos de interior y rural lo han hecho. Pero, ¿es esto lo que realmente buscamos cuando hacemos una escapada de fin de semana a la montaña o al campo? Nos sentimos obligados a trasladar nuestro comportamiento “techie” de la ciudad a entornos rurales, precisamente donde, supuestamente, vamos a desconectar. Según un estudio de este año elaborado por American Express, los hábitos digitales de los estadounidenses durante sus vacaciones incluyen:
• 72% lee su correo electrónico personal
• 49% utiliza Internet para buscar información útil para su viaje
• 41% hizo gestiones financieras online
• 27% actualizó o leyó sus perfiles sociales de Internet
• 25% estuvo al tanto de noticias online
• 17% leyó su correo electrónico de trabajo
Ante el abuso y la excesiva presencia de la tecnología en nuestro día a día, surgen propuestas que buscar precisamente lo contrario: desengancharnos y liberarnos de la adicción tecnológica. Es lo que se denominan viajes de de-tech o digital detox. Desintoxicación de la rutina vinculada a aparatos de diferentes tamaños y funciones. Algunos ejemplos ya conocidos son los siguientes:
- El Hotel Monaco Chicago no retira gentilmente nuestro teléfono móvil y otros dispositivos y nos los sustituye por sistemas de ocio más tradicionales como libros o juegos de mesa
- El Lake Placid Lodge ofrece un programa similar, llamado “Check-In To Check-Out Package”
- El Hotel Quincy de Washington ofrece su paquete “Unplugged”, por el cual, además de mantener a buen recaudo nuestros dispositivos, nos hacen un 25% de descuento en la librería, nos entregan planos para hacer visitas a pie, así como un diario para escribir nuestras experiencias durante la estancia
- Los resorts de Yoga Viayoga, con varias localizaciones en México y Costa Rica, ofrecen el programa “Digital Detox”, en el que nos cambian nuestros terminales por clases de yoga y surfing
En mi opinión, este tipo de propuestas encajan más con alojamientos localizados en entornos tranquilos, ya sean rurales o de montaña. Los hoteles urbanos, por mucho que lo intenten será difícil que transmitan una sensación real de desconexión digital. La séptima planta para los no fumadores y la cuarta para los “desconectados”. Me chirría.
Los destinos que ya hayan construido su posicionamiento como lugares para la desconexión, en genérico, pueden tratar de fomentar estas propuestas entre sus empresarios. Reitero que siempre y cuando encaje con la historia, con el posicionamiento y realidad de nuestro destino. Slow-food, slow tourism, slow life, good life.