El vocablo paradigma proviene del término griego παράδειγμα (parádeigma) que a su vez se divide en “pará” (junto) y “déigma” (modelo). Etimológicamente significa “modelo” o “ejemplo”. El siglo pasado, el filósofo y científico estadounidense Thomas Kuhn definió paradigma como “constelación de creencias, valores, técnicas, etc., que comparten los miembros de una comunidad dada”.
Así, ¿cuál sería el paradigma que compartimos los miembros de la comunidad turística? ¿Está más vinculado al proceso de comercialización o a la forma de gestionar las empresas y destinos turísticos? En nuestro sector la producción se reemplaza por la servucción, la logística pierde relevancia por la, a priori, intangibilidad del producto turístico y los consumidores no pueden ir de destino en destino, como si fuera un supermercado, comparando servicios y precios para quedarse con el más acorde a sus posibilidades y gustos. ¿O sí?
Si algo tenemos claro es que nuestro querido sector turístico ha sufrido una revolución, un vuelco radical en los últimos quince años. Tiremos los libros de Estructura del Mercado Turístico, ya no nos sirven. Hemos de adaptarnos, empresas y destinos, al nuevo paradigma y deshacernos de anacronismos en la promoción, comercialización, servucción o fidelización:
En el nuevo escenario, las vías para hacer llegar los servicios, las propuestas de una empresa o de un destino hasta el consumidor final se han multiplicado exponencialmente. Tal y como explica Edu William “si nos referimos al escenario del sistema turístico, ése que transita de un “embudo a una plataforma” para desarrollar de forma horizontal una composición emergente y continua de redes distribuidas, podemos visualizar un nuevo concepto de “Turismo líquido“.
Lo importante, y urgente, es que todos los agentes del sector comprendan lo antes posible que ya no sirven únicamente las viejas recetas. No debemos tirarlas todavía, pero combinemos bien los ingredientes tradicionales con los nuevos con el fin de ser competitivos, relevantes, identificables.
